Un día cualquiera


Amanece al ritmo 
de los ladridos de los perros 
y la sirena de una ambulancia 
que viene a llevarse mis párpados
junto con las gruesas ramas 
de los árboles de primavera.

No resistieron la fuerza
de tu mirada
no resistieron la fuerza
de tu visita.
Siento un dolor en las costillas
es soportable 
puedo continuar respirando
sin abandonar mi cuerpo
a mitad de los sueños.

Hace un tiempo que dejamos enero
he sobrevivido al miedo
que me arropa a pesar 
de los treinta y ocho grados.

Se me escurrieron 
de las manos los secretos
como agua de melón con fresa
alguien vino nadando 
desde el otro lado del mundo 
para beberlos.

El dolor 
sabe a helado de queso
se queda dentro de ti
desde que naces
cuando brota, sin aviso
te mece en un columpio oxidado 
a bordo del miedo 
a 180 kilómetros por hora.

Los recuerdos lubrican
impidiendo que pare de mecer 
los superhéroes
no existen
nadie vendrá a salvarte.

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